Comentario
Los reveses de una guerra poco gloriosa produjeron algunos movimientos de oposición a Godoy, en los que se ironizaba ante el insólito título de Príncipe de la Paz. Algunas conspiraciones se tejieron contra el valido, siendo las más conocidas las encabezadas por Juan Bautista Picornell, el marino Alejandro Malaspina y el aristócrata conde de Teba, surgiendo también la voz de españoles que, desde el exilio, se inclinaban por una vía revolucionaria.
Las conspiraciones de Picornell y Malaspina tenían objetivos distintos, pero ambas intentaron aprovechar el descontento general derivado de la fracasada guerra con Francia.
El proyecto encabezado en 1795 por Picornell pretendía subvertir el orden monárquico con el apoyo armado de las masas populares, aprovechando la crisis económica y la inmoralidad de Godoy, y proclamar un nuevo régimen cuyo lema sería "libertad, igualdad y abundancia". Juan Bautista Picornell era un mallorquín nacido en 1757 y que había sido condiscípulo de Marchena en la Universidad de Salamanca. Su preocupación se centraba en la pedagogía, traduciendo algunos textos relativos a la reforma de la docencia. En 1786, todavía en Salamanca, publicó un Discurso teórico-práctico sobre la educación de la infancia, con influencias de Pestalozzi y, posteriormente, ya en Madrid, de cuya Sociedad Económica era socio, presentó a Floridablanca una memoria, traducción de un texto francés, que defendía la implantación de una enseñanza estatal unificada, que debía poner el mayor énfasis en la formación política de los alumnos, para que éstos conocieran perfectamente sus deberes y derechos. El nulo interés manifestado por las autoridades ante propuestas educativas que recogían aspectos defendidos por Mably, Rousseau o Montesquieu, creó en Picornell sentimientos de frustración y agravio que influirían decisivamente en su inclinación a posiciones subversivas.
Junto a otros intelectuales de mediano rango, también lectores y traductores de "philosophes" representantes de la ilustración radical, como el ya citado Mably, Picornell diseñó una conspiración destinada a salvar a la Patria de la entera ruina que la amenaza, Lo acompañaban en sus planes, entre otros pocos, José Lax, un profesor de Humanidades, Sebastián Andrés, opositor a cátedra de matemáticas en el Colegio de San Isidro, y Manuel Cortés, también profesor y destacado exalumno del mismo Colegio de San Isidro.
Este pequeño grupo de conspiradores centró su actividad en efectuar una labor proselitista entre las gentes humildes de Madrid, "excitándoles con promesas lisonjeras", y en redactar textos y proclamas que debían hacerse públicas en el momento mismo del golpe, previsto para la Semana Santa de 1795. Su programa revolucionario estaba contenido en un llamado Manifiesto al pueblo, en el que se denunciaba que "todas cuantas miserias y calamidades afligen a la Nación son efecto del mal gobierno" y se hablaba de establecer una Junta Suprema, compuesta por 25 diputados que, como representante del pueblo, asumiría el gobierno provisional mientras se elaboraba una Constitución, tras lo cual se celebrarían elecciones para que la nación eligiera sus representantes.
La composición hipotética de la prevista Junta Suprema, formada por personajes de elevado rango cuyos nombres nunca se hicieron públicos, ha hecho pensar que Picornell y los demás conjurados tenían algún tipo de relación con los partidarios de Aranda. Otro texto, complementario del anterior, era el titulado Instrucción de lo que debe ejecutar el pueblo de Madrid, que venía a resumir con suficiente detalle la organización del levantamiento popular y el posterior mantenimiento de la revolución triunfante, y que contaba, como elemento más descollante, con la creación de una Guardia Nacional, constituida por ciudadanos armados y que actuaría como garante de la Revolución.
Si bien el tipo de régimen que se propugnaba en el manifiesto quedaba en penumbras, pues no se manifestaba explícitamente a favor de la República ni de la Monarquía, Sebastián Andrés, uno de los detenidos, había diseñado un escudo para la nueva España republicana orlado por la citada divisa "libertad, igualdad y abundancia". Mientras José Luis Comellás opina que la conspiración no pretendía acabar con la monarquía, sino transformarla en constitucional, Artola menciona que existían dos proclamas redactadas en previsión de cualquier contingencia, una monárquica y otra republicana, para difundir la más adecuada según el sesgo que tomara el levantamiento popular.
Denunciado por la traición de dos braceros, sobre los que Picornell había ejercido su labor proselitista, éste y sus secuaces fueron detenidos, y sus proclamas requisadas, el 3 de febrero de 1795, día de San Blas, por lo que la conspiración también es conocida por el nombre del santo del día. Las autoridades efectuaron pesquisas para conocer si la trama quedaba circunscrita a los detenidos o si, por el contrario, eran otros los implicados en el complot. Se sabe que Picornell elaboró una lista de personajes relevantes que debían formar parte de la Junta Suprema, pero dicha lista fue retirada del expediente y no ha sido localizada por los investigadores; se conoce también que Picornell dispuso de dinero en abundancia para lograr adeptos, y que sus contactos habían llegado a otros lugares de la geografía española que debían secundar la revuelta una vez que ésta se iniciara en Madrid. Sin embargo, sólo Picornell, Andrés, Lax y Cortés fueron condenados a morir en la horca, pena que fue conmutada por la de cadena perpetua en prisiones americanas. Encarcelados en La Guaira, Picornell y sus compañeros lograron escapar el 3 de junio de 1797, colaborando desde entonces con los movimientos emancipadores.
En el mismo año, el famoso marino Malaspina, de origen italiano, recién llegado de dirigir su expedición de circunnavegar la tierra, iniciada en 1789, y fiado en su prestigio, intentó hacer llegar a los reyes su proyecto para sacar a la Monarquía de las manos inadecuadas de Godoy. Malaspina era hombre ambicioso que deseaba obtener un reconocimiento político a su triunfal regreso, ya que había sido ascendido a brigadier de la Armada en marzo de 1795. En noviembre de este mismo año acarició la posibilidad de ocupar la Secretaría de Marina en lugar de su titular, Antonio Valdés, pero la designación de Pedro Varela le creó cierta frustración que acrecentó su antipatía hacia Godoy.
Sus ideas políticas estaban cerca de las preconizadas por el partido arandista, que deseaba mantener los vínculos tradicionales con Francia como precaución frente a Inglaterra y defender América contra el peligro británico, pero también contra posibles conatos independentistas favorecidos por la pésima administración colonial, de la que el marino había sido testigo durante la expedición. Malaspina elaboró en secreto un plan de gobierno alternativo al de Godoy, que intentó hacer llegar a manos de los reyes, utilizando el concurso del confesor real y dos damas de la reina. El plan contemplaba la exoneración de Godoy, su inmediato destierro a la Alhambra y el nombramiento de un gobierno en que las Secretarías de Estado y Gracia y Justicia estarían ocupadas por el duque de Alba, Hacienda y Guerra por el conde de Revillagigedo, y Marina e Indias por Antonio Valdés. Jovellanos sería encargado de presidir el Consejo de Castilla. El nuevo gobierno debía tomar medidas urgentes que evitaran el peligro de insurrección popular en ciernes.
Sin embargo, el plan elaborado por Malaspina fue interceptado por Godoy, produciéndose la detención del marino a finales de noviembre de 1795 acusado de conspiración. El encarcelamiento inmediato de Malaspina vino a señalar, como indica Emilio Soler, la frontera para los críticos con la política de Godoy y el firme respaldo que la Corona daba a su política.